jueves, 25 de junio de 2015

Los pequeños propietarios de fincas rústicas engullidos por los neo intensivistas o la ausencia de buenas prácticas en la convivencia vecinal.


Nuevo Skyline de La Mancha. Camino de Molemocho de Villarrubia a Daimiel. Mayo 2015

Las huertas tradicionales, el viñedo de secano en extensivo,  el cultivo de árboles frutales  y otros cultivos históricos están amenazados. Sencillamente la mera propiedad de la tierra sin acreditar la posesión en intensivo está en riesgo de desaparición. Nuestro código civil protege a los poseedores más impulsivos e invasivos, cuánto más se tiene más fácil es acreditar la justificación de injerencias en finca ajena.

                A la llamada de las subvenciones por incorporarse a la agricultora intensiva, acuden muy vivos los hijos de los que ya se lucraron de las políticas de concentración de capacidad de producción de frutos excedentarios. Los nuevos viticultores no recalan en acumular cupos de tierra que alambrarán a sus crecientes objetivos de producción. Se compran predios, incluso pequeños, que les permiten cuadrar sus mínimos para conseguir la subvención por su nueva incorporación. Una vez dueños de las parcelas, aplican las prácticas del intensivismo expansivo, empezando por el intento de ampliar lindes sin importar usos de los linderos. Se aviva el oportunismo dejando a merced del mercado especulativo aquellas piezas que mejor aprovechamiento tenga en función del mayor rendimiento se pueda obtener, incluyendo la ampliación de superficie a base de esquilmación y destrucción de servidumbres de linderos.

                El respeto por lo tradicional se pierde al frenético ritmo de la restructuración. El propietario restructurador se autoproclama salvador de la permanencia de la sociedad en el entorno. Las asociaciones de neoagricultores intensivistas y la Administración Pública están felices con este planteamiento.

                El uso de maquinaria de mayores dimensiones y la necesidad de establecer zonas sin cultivo para que esta maquinaria pueda maniobrar dentro de sus parcelas obliga a plantearse a los nuevos propietarios la invasión de los predios lindantes. Sobrepasar la linde con la escusa de compartir reciprocidad en el futuro, se convierte en una escusa para violentar los límites del vecino.

                Nada se ha redactado, ni recomendado para evitar los conflictos entre vecinos. Todo lo contrario, pareciera que hay que proteger a quien más necesidad tenga de destruir lo tradicional. 

                Curiosamente se sigue generando mayor número de jornadas laborales en las pequeñas explotaciones de cultivos en extensivo que las hipermecanizadas explotaciones agrarias, dato este para los que abogan con la defensa de los que más distribuyen la riqueza que se genera favoreciendo la concentración de patrimonios.

                El sector que reclamó la reforma del código penal para castigar con mayor contundencia los hurtos y robos en el fincas rústicas no tuvo presente la endogamia y fagocitosis que se produce en la deglutición de los pequeños predios a base de injerencias en sus lindes, pérdida de accesos, … El número de conflictos y sus costes económicos entre los dos sistemas de agricultura cuanto menos se mencione, mejor. La balanza obviamente está a favor de los que están cerca del ámbito de las decisiones políticas que conducen a soluciones éticas.

                Querer seguir siendo pequeño propietario de predios rústicos para el cultivo tradicional es cada vez más difícil salvo que nuestra administración pública refuerce su defensa.